Llueva, truene o relampaguee, adoro la vida. Me gusta respirar suavecito y despacio; pero también profundo y lentísimo. Me gusta disfrutar el aroma de los ilán ilán que hemos tenido en nuestras dos casas, así como el fuerte y perturbador olor a bacalao hervido que fastidia a mi esposo y que "reportan" hasta los vecinos.
Nada como los atardeceres y amaneceres… principio y fin de cada día que pintan el cielo de forma particular haciéndolos únicos e irrepetibles. No hubiera podido decir que vivo sin la mirada inocente de mis niños, ni sin el saladito de sus lágrimas en mi cara.
¿Entre los sabores? Chocolate negro amargo cuando al noventipico porciento; y más aun, con pedazos de cacao. Amo la parcha y el limón agrio; pero también las dulces chinas mandarinas reconocen que hacen fiesta en mi paladar.
La suave piel de Mis Hijos Favoritos cuando eran bebecitos y las saladas olas de mares tranquilos y tibios han sido mis caricias favoritas; pero también me maravillo de la áspera y tibia lengua del un becerro recién nacido que busca la teta de la madre. Ni me deja de asombrar la espinosa piña, que esconde aromas y sabor de toque tropical bajo de cáscara con "punzones".
Por más que viva querría escuchar noche y día el sonido de las piedras en un lugar específico de la isla de Culebra, donde olas las baten sin posibilidad de cansarse. ¡Cuánto daría por escuchar, las garatas y regaños de mi madre… a los que nunca le hice caso!
Cinco sentidos para gloriarse de estar vivo...
Sin embargo, porque honrar la vida "no es lo mismo que vivir”, en mi Canción de Domingo (en domingo) hoy quiero “honrar la vida”. Es que “Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal, de las caídas...“