Las
cosas son cuando tienen que ser y como tienen que ser. Por más que
planifiquemos, deseemos… el que está pa’
martillo, del cielo le caen los clavos.
Informo
–sin más ni más- que el seguro médico de mi esposo cubrió el costo total del tratamiento
de la Segunda Ronda de Botox para mis piernas, pero desde una farmacia especializada,
¡donde costaba menos! Como beneficio adicional, me la llevaron a casa. El
evento del proceso de administrar las inyecciones. Fue intenso y doloroso.
Mayor la cantidad de pinchazos y más fuerte la dosis. Los puyazos fueron de tal
magnitud, que en más de una ocasión mi cuerpo generó movimientos involuntarios
y la aguja en vez de caer en el músculo, penetró venas provocando moretones del
tamaño de la palma de la mano.
El
tratamiento –entiendo yo- no me fue beneficioso esta vez. Creemos que se excedió
en la cantidad porque ahora las piernas no me sostienen. Ni un minuto de pie,
en las barras paralelas y menísimos frente al andador.
Si
dependiera del botox para mantener mi rostro juvenil y estirado sin cirugías, por
mí fuera, me quedo vieja y arrugada. Mientras tanto… Seguiremos informando.
(Foto, descargada de mi teléfono).