Baryta muriática 6 CH; Plumbun metálico 6 CH; Natrum; Bryonia Alba 200 ck; Lathyrus Sativus 6X; Plumbum Met. 6C; Aconitum NAP 10M; Rhus toxicodendron 30 C; Arnica Montana 1m; Causticum 6C; y, Gelsemium 200C han sido algunos de los homeopáticos que religiosamente disuelvo sublingual (sl) durante los últimos meses. Cuatro pellets sl a distintos horarios diarios en distintos grupos, según van cambiando los síntomas y la clínica. Me monitorea mi homeópata favorita desde México.
Impaciencia, Heliantemo, Nogal, Olivo y Aulaga son las Flores de Bach que tomo en forma de extractos que alivian mis espantos emocionales: cuatro gotas, cuatro veces al día mezclados un dos deditos de agua. La receta, cuidadosamente diseñada por mi maravillosa sicóloga, forma parte de sesiones de hipnoterapia, visualización, meditación y reiki.
También tomo “sl” otros tres brebajes cuya fórmula desconozco. Son creaciones de uno de mis médicos/brujos, en éste caso, especialista en medicina sintergetica. Trabajo con los nudos de mis Constelaciones Familiares. Sigo con las divinas sesiones de masaje para drenaje linfático y craneosacral con la ayuda de Mi Médico Interno bajo la supervisión y el amor de un matrimonio de profesionales insuperables. Ayer tuve Raindrops.
De anticonvulsantes, Levetiracetam 1,000 mg, dos veces al día; Lamotrigine 150mg, dos veces al dia. Para aliviar la espasticidad, Baclofen de 20mg, tres veces al dia; y Meloxican de 15mg en la noche, antes de ir a la cama.
B12 y Multivitaminas de Walgreens completan el cuadro al que se le acaba de sumar Hydrea (500 mgr dos veces al día); “una especie de quimioterapia mild” –según mi nuevo oncólogo.
Por mis pantaletas rehusé las dolorosas inyecciones de Phenol y luego de Botox en múltiples puntos de las piernas. Eran lo más cercano a tortura arcaica de siglo XX: detectaban la trayectoria de los músculos “a restaurar” con unas pistoletas eléctricas. Cuando la pierna saltaba, o yo me quejaba, sabían que estaban cerca del punto. Si gritaba -¡bingo!- lo habían encontrado. Entonces, celebraban enterrándome agujas con formulas medicinales que ardían a todo lo largo y ancho de su recorrido por donde debía estar mi vaga musculatura. Mi familia admitió que “el efecto no había sido el esperado”, y trataron de convencerme de que “en algo había ayudado”. Como ni ellos ni los doctores se metían las agujas, le di punto final al asunto. Al fin de cuentas, es mi cuerpo y todavía tengo la capacidad de decidir.
Opté por otra alternativa. "One shot" para aliviar el dolor de la neuropatía: un bloqueo epidural. Había leído que el cannabis era bueno, pero no pude convencer a mi médico de recetarme marihuana.
Por mis ovarios dejé de tomar el tercer anticonvulsante: Vimpat. Me causaba doble visión (a veces triple visión), me mareaba, me adormecía, y trastocaba mis ejecutorias en las pocas actividades que intentaba hacer para mantenerme activa intelectualmente. Según mi neuróloga master, un tercer anticonvulsante es reflejo de la ineficiencia del médico que lo recetó, pero eliminarlo de la forma que yo quería, no era negociable.
Aunque lo hubiera recetado una neuróloga que tuve que visitar por la frecuencia e intensidad en convulsiones, la master insistió en que el retiro de Vimpat tenía que ser “estudiado”. Nadie mejor que yo para analizarlo, estudiarlo y decidir riesgos. “Poco a poco”… “gradualmente”, y en una semana ya no había Vimpat en mis pastilleros.
En estos momentos me he tomado un receso del protocolo de acupuntura y craneopuntura; moxibustion y auriculoterapia. Continúo metiéndome al cuerpo entre 2 y 3 horas diarias de ejercicios/terapia física en una Clínica de Medicina Deportiva. Nadie entiende de donde sale la energía. Doy fe que no tiene que ver con bebidas energizantes ni pócimas mágicas del druida que fortalecía en cuestión de instantes a Asterix… pero si aparece… ¡lo intentaría!
(Ilustración del Web)