¡Intruso nunca se enteró del primer millón de visitas!

Ellos tampoco le dan tregua a Intruso:

lunes, 22 de agosto de 2011

Ah, Ah, Ahhhh... Stayin' Alive, staying aliiiiveeee!!!

Admito que lo hago de vez en cuando. Admito que me gusta y que conmigo lo disfrutan Milton, Nelson, Sonny, Juan, Mario y Charlie. En ocasiones, cuando ya no me quedan energías, excepto las necesarias para reírme de mí misma... segundos antes de rendirme, aprovecho para cantarme “Ah, Ah, Ah... Stayin' Alive, staying aliiiiveeee!!! Eh, eh, eeeeeh!"

Lo hago con voz chillona tipo los Bee Gees y su canción disco compuesta para la banda sonora de la película Saturday Night Fever. La canción se popularizó tras lanzarse como el segundo sencillo el 13 de septiembre de 1977. Alcanzó el Top 5 de todas las listas de éxitos de los países donde fue lanzada, y dio título, en 1983, a una secuela de la mencionada película.

"Stayin' Alive" -una de las canciones más populares de los Bee Gees- puede ser aún escuchada en una variedad de lugares… como en el gimnasio del Centro de Medicina Deportiva donde me retuerzo como pretzel en las manos de Milton o Nelson los martes, jueves… y algunos viernes (cuando el cuerpo aguanta).

Igualmente se puede escuchar los lunes y miércoles en la piscina del Rehab Center del YMCA donde ejecuto rutinas de ejercicios en agua. La revista Rolling Stone la incluyó en su lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. Pero cuando mejor se escucha es durante las rutinas de estiramiento a la que me someten Sonny, Juan, Mario o Charlie. ¡Parezco un pretzel mojado!

Por eso canto: “Ah, Ah, Ah... Stayin' Alive, staying aliiiiveeee!!! Ay,ay, ayyyyyyyyyyyyyy. Turun tin, turun taaaan… Stayin' Alive, staying aliiiiive… Uh, uh, ah, ah…

domingo, 14 de agosto de 2011

Acuarela de Vida (para el niño que hay en tí)

Los colores que nos regala la vida son un tesoro, y como tal, hay que valorarlo. Es que poco a poco, con las lavadas diarias -irremediablemente- se destiñen. Nadie como Toquinho para decirlo, y nadie como el amoroso padre que creó y colgó el hermoso multimedia de la Canción de Domingo de hoy.

Espero que la disfruten hasta el final, que es feliz… para quienes hayan decidido saborear la acuarela que nos regala el Cielo...


lunes, 8 de agosto de 2011

Próximo: un gigoló


Si no lo digo, reviento: ante el desastre físico y emocional que la Enfermera con Tacas y Lentejuelas le causó a mi amada familia, diseñé mi Plan B. Realmente, lo retomé tras mi desayuno dominical… un par de huevos con sal pasados por agua (“o hervidos”, o como se diga en los distintos países hispanoparlantes).

¿Cómo lo había olvidado si precisamente huevos tendría mi próxima opción? La persona que debe hacerme babysitting de vez en cuando –o sea, cuando a mi familia “se le tranque el bolo” por sus múltiples responsabilidades- tiene que estar capacitada para transferirme de la silla de ruedas al sillón reclinable (cosa de cambiar culo y espalda de superficie). También me tiene que transferir de la silla de ruedas al baño, o a la ducha, según necesario. No tiene que limpiar la casa ni cocinar. Eso lo hacen los lunes Ramona o su hermana Isabel.

Solamente necesito a un ser humano que pueda ayudarme con las transferencias. Nada más. Juro que estoy en proceso de aprenderlo. ¡En septiembre cumplo un año de intentarlo con distintas estrategias, y mi cuerpo aún no me obedece! Hemos logrado domarlo bastante, pero todavía no lo he sometido a la obediencia. No es mi culpa, de veras que no…

“Pero bueeeno” –como dicen mis amigas dominicanas- no soy persona de quedarse en una esquina sin intentar remedios. ¡Y poniéndole sal a los huevos se me prendió el bombillo! “Un enfermero vendría a cambiar el tubito de orinar, y ese no es el caso. No tengo folly, por Bendición Divina. Los enfermeros asean a los encamados que no se pueden bañarse, ni desplazarse al Departamento de Desperdicios Sólidos/Líquidos (según aplique). Ese no es mi caso (aún). Los enfermeros limpian y administran sueros, y en mi caso, no tengo (¡Amén!). Los enfermeros te administran medicamentos, y yo me los tomo solita y en su hora, excepto cuando se me olvidan… ¿Qué dije? Pues si ando escribiendo y leyendo blogs, ¡obviamente se me pueden olvidar los medicamentos!

Los enfermeros… bueno, los enfermeros cuidan a personas enfermas y yo solamente padezco de un problema severo de movilidad que estoy en proceso de superar. De empeorar, me consigo a un/una enfermero o enfermera que pueda ayudarme a hacer -con dignidad y respeto- todas las cosas que en este momento no son necesarias. Lo recibiré –o la recibiré- con el respeto y la admiración que merecen los y las profesionales de la salud que no chancletean en tacas ni visten de lentejuelas en horas de trabajo. Estoy segura porque los y las he visto en acción... y porque mi amada sobrina Melissa va a ser una gran profesional en el campo de la enfermería.

¿Mientras? Un gigoló debe cumplir con las expectativas. No necesita un grado universitario que lo acredite para transferirme de silla. Su especialidad es de noche, por lo tanto, deben ser más económicos de día. Por lo regular son musculosos, lo que me permitirá comer todo el helado de chocolate que me dé la gana sin miedo a engordar.

Mi requerimiento es sencillo: debe venir vestido y sin aceites, no sea que me resbale durante las transferencias, o no me responsabilizo de lo que pueda suceder. En el tiempo que le sobra, podemos bailar salsa. Desde mi silla de ruedas, el espectáculo no tiene precio.

¡Lo que hace un desayuno!

NOTA: Ayer también se me ocurrió un Plan C, pero lo tengo que delinear y buscar alternativas reales, porque ese sí que puede provocar aguaceros copiosos en mis ojitos. Ya lo anticipa el Centro Metereológico de Lágrimas.

Seguiremos informando...


domingo, 7 de agosto de 2011

120… ¡Ahora a perfeccionar!

“Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen”. Eso decía mi madre. En la universidad, descubrí que era el motto de la mayor parte de mis profesores. Mi santo esposo -víctima por virtud del matrimonio- lo supo desde temprano, y aun así insistió en que compartiéramos la ruta de la vida. A nuestros hijos les tocó encarar esa realidad: “Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen”.
Ahora, que estoy haciendo terapias en agua, le mencioné la frase a uno de los médicos/terapeutas, y tanto él como dos de sus colegas interrumpieron la sesión para decirme sorprendidos: “¿Estudiaste en el Colegio?”. Sin duda, la frase se nos ha quedado tatuada a muchos.
Anoche hice 120 pasos colgando de los brazos de Mi Hijo Favorito de los Mayores. Extenuada, a punto de gritar del dolor y de la frustración, decidí que hoy ya no quiero dar ni un solo paso sin perfeccionarlos.
Él me conoce mejor que los entrenadores y sabe que “las cosas, o se hacen bien, o no se hacen”. Así que esta noche voy a intentar mover los pies como se debe, no sea que en la desesperación se me vire el pie –del que todavía no tengo control- y me fracture el tobillo.
Mientras, voy a hacer pesas de brazos y sentadillas en la silla de ruedas en preparación para la caminadita de esta noche. Por eso, hoy canto “Let’s Get Physical”!

(Foto, de la Gueb... sorry, estoy ejercitándome. No puedo fotografiar mis dumbells)

sábado, 6 de agosto de 2011

60 pasos

El jueves en la noche me hicieron una proposición que me iluminó la Vida: una caminata lentita, suave, para disfrutarse paso a paso. “Mmmm… Delicioso. La noche está fresca, el cielo estrellado, el proponente es guapísimo. Hacía tiempo que lo planificábamos y no se concretaba. Tonight is the night!”, pensé.

Mi maltratado cerebro no bajaba de velocidad al acumular expectativas: “Esto se anticipa glorioso. Hombre fuerte, sonrisa de cielo, mirada amorosa, brazos que me brindan seguridad… oloroso”

-“¡Vamos, mi amor! Cuando tú digas”, le dije, pensando en que la contestación hubiera sido, “cuando termine el capítulo de no se qué serie en la compu”.

-“¡Pues ahora!”, me dijo el tipejo, poniéndomela difícil.

¡Eeepaaa! No me daba tiempo a peinarme, a maquillarme, a cambiarme de ropa, a ponerme zapatos… al menos me había pintado las uñas “Peachy Breeze”, en tono neón. Él tampoco se quiso poner zapatos.

-“¡Ay, que rico, sentiremos juntos el piso frío!”

Me incorporé, me puso ambas manos detrás de los hombros, y me empujó suavemente hacia su pecho. Yo, como siempre, aproveché la oportunidad para recostar el lado izquierdo de mi cabeza sobre su pectoral de gym.

Una vez que anclé en el suelo ambos pies regordetes e hinchados, me dijo lo que ya sé de memoria:

-“No mires al piso, concéntrate. El pie derecho primero. Anda, dobla la rodilla. Dale, que tú puedes”.

“Uno, dos, tres… Yo puedo, yo puedo, cuatro, cinco, seis… yo puedo… siete, ocho, nueve… qué rico se siente el piso frío en el pie izquierdo… diez, once, doce…”

-“¿Dónde me llevas?”, pregunté francamente temerosa.

-“Al pasillo y después al laundry. Tú puedes”.

Seguí contando para romper mi propio record. Mi esposo estaba pendiente desde una esquina de la sala de estar. Listo para cualquier emergencia, se aferraba a la silla de ruedas.

-“Dale, Mama. Lo estás haciendo bien”.

-"¿Tú crees?", le pregunté a Mi Hijo Favorito de los Mayores.

-Sigue.

-“Ayúdame a voltear. Sin balance, tengo mucho miedo a las caídas.”

-“Tranquila. Yo te levanto. Ya. ¿Viste? Seguimos. Dale.”

-“Cuarenttirés, cuarenticuatro… ¡Seguimos! Vamos por la alfombra. Yo sé que es más difícil. ¿Estás cansado mi’jito? Vamos a cruzar el cuarto y llévame hasta el baño. Yo, ya estoy muerta”.

Después de evaluar lo derechitas que se movieron pierna y rodilla derecha, me instruyó nuevos trucos para que la República Independiente Izquierdista se asociara en pacto amistoso con el resto del cuerpo, bajo el comando de un cerebro que había olvidado dar las órdenes a esa rebelde extremidad.

Mi esposo hizo el cambio de batón.

¡Completé 60 pasos!

Arrastrándome de los brazos de dos de los tres hombres más guapos del mundo… doblando el pie derecho peligrosamente en varias ocasiones, y haciendo tijerillas con la pierna y rodilla izquierdista demasiadas veces… ¡Completé 60 pasos!

(Foto, de mi BB)

miércoles, 3 de agosto de 2011

Enfermera con Tacas y Lentejuelas (¡Caput! Epílogo y Dedicatoria)

Cuando mi esposo llegó a casa –unos minutos después de la hora acordada con la Enfermera con Tacas y Lentejuelas- le pagué a la rimbombante "profesional vestida de blanco" la fracción de tiempo como hora completa. ¿No es eso que hacemos en los estacionamientos cuando dejamos el carro unos minutos extra? Pensé que era lo justo.
Eso sí, antes de pagarle (en efectivo para no recordar ese día en mi archivo de gastos), le dije con mi cara de lechuga:
-“La verdad es que yo debería cobrarle a usted por servirle de compañía y darle consejos de vida. Pero como lo pasamos tan bien, tómelo como propina”.
Mi esposo abrió los ojos como pesca’o congela’o. "¡Te ví con el rabo del ojo! ¡No lo puedes negar, mi amorcito!", pensé. Sin embargo, conociéndome como me conoce, tomó mi comentario como “normal” y no dijo ni pío... cosa de no provocarme una alzada de los niveles de cinismo.
En estos días, con el lío climatológico que tenemos, tuve que cancelar todas mis citas médicas. Mi santo y amado esposo (otra vez regresó al santoral), no pudo salir a trabajar, de manera que se quedó haciéndome “babysitting” lunes y martes.
Hoy miércoles, estoy escondida, buscando en la Internet bajo todos los buscadores a ver si consigo "Una Agencia Plan B Para No Contratar A Una Enfermera con Tacas y Lentejuelas”. Afuera diluvia y no voy a repetir el evento de “depresión tropical” con “aguaceros intermitentes” en mis ojos. Yo misma voy a hacer la entrevista de cernimiento. Si no encuentro una enfermera, pues que sea un enfermero sin sandalias con tacas.
A la Enfermera con Tacas y Lentejuelas le sugerimos saque su paraguas de Lancome, lo abra, y se vaya volando al vaivén de las ráfagas de la tormenta tropical Emily. Para algo le deben servir los “regalos” de Lancome cuando compra más de $200.00 en cosméticos para tratar de verse como la Taylor.

***
Ahora bien, mis respetos y admiración a todas las enfermeras que escogieron la profesión por vocación y hacen de la misma un sacerdocio con el debido ajuar y zapatillas. Mi agradecimiento especial a todas las enfermeras que me han salvado la vida tantas veces durante los pasados 13 años, sobre todo a las que le anticiparon a los neurocirujanos la necesidad de transfundirme antes de que la situación llegara a ser una emergencia.
En el 2004, yo estaba "muerta", pero consciente y pude reconocer la voz de esa “norsa” (nurse). Reconocerla me permitió el privilegio de agradecerle con un abrazo que redundó en fuertes aguaceros en los ojos de las dos.

NOTA:
Le dedico todas las entradas de la Enfermera con Tacas y Lentejuelas a mi hermosa y dulce sobrina Melissa, que empieza a estudiar la carrera este mes. Será un ángel disfrazado de enfermera. A ella, y a todas las nuevas camadas de enfermeras de todo el mundo… mis respetos y mis bendiciones. Estoy segura que sabrán cuando usar sus tacas y lentejuelas. Mi Meli sabe. ¡Besitos, Princesa!
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Sobre las fotos e ilustraciones aquí presentes...*

* Si alguien se ofende con la publicación de alguna foto tomada prestada de la Gueb, que lo diga y la borro inmediatamente. Si le ofende mucho, mucho le pido excusas públicamente por el malrato.
Si alguien toma alguna de las mías, que no sea tontito y lo diga, que difícil que es esta pendejada de tomar fotos sin poder mover el culo de una silla.

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