Mi Mejor Amiga es paciente de cáncer de mama. “Doble tragedia”, piensan muchos sin atreverse a verbalizarlo. ”¿Por qué doble tragedia?”, pregunto. Es sólo un seno el de las células malignas.
¿Será porque nos clasifican de “damaged” a las dos? Eso tiene lógica. Ella con el cáncer... por ahora en remisión, y yo con el tumor cerebral, por ahora como volcán dormido.
“Never a dull moment”, digo en voz alta. Las dos tenemos nuestras respectivas “condiciones”. Quizá por eso nunca nos aburriremos. Estamos tan concentradas en cómo ayudarnos una a la otra, que no nos rinde tiempo para ahogarnos en las depresiones de nuestros propios mares.
Pero ojo: de vez en cuando nos agarramos unas vacaciones de neurólogos y tetólogos; de mamografías, sonomamografías, MRI cerebrales; electroencefalogramas, exámenes neurológicos, niveles de células cancerosas, y hasta dejamos de leer sobre los últimos hallazgos en tal o más cual terapia experimental que sólo nos otorga falsas expectativas a cambio de novedosos efectos secundarios.
Optamos por robarle tardes al calendario de citas médicas y procuramos lugares estratégicos para disfrutar de espectaculares atardeceres. No nos cansamos de comparar las gradaciones de colores, el dramatismo de algunos rayos de sol cansado, y las formas de nubes. Es un paréntesis de las oficinas llenas de tragedias en las que nadie saca tiempo para una sonrisa sin que se interprete como la taquilla a una conversación desbordante de detalles de síndromes que no nos hace falta conocer.
Que no sea recomendable... ni se lo recomiende yo a nadie, no quiere decir que disfrute genuinamente de sonreir con mis colegas en la enfermedad. Así lo continuaré haciendo mientras tenga las energías y el ánimo entre juguetón y cínico; ingredientes necesarios para sobrellevar estos eventos viacrucísticos de las oficinas médicas.
Cuando retornamos de las puestas de sol a la realidad de las mamografías, sonomamofrafías, MRI cerebrales; electroencefalogramas, exámenes neurológicos y niveles de células cancerosas... Mi Mejor Amiga y yo nos acompañamos a algunas citas médicas. Aclaro: ella me acompaña más a mí que yo a ella. Yo no puedo hacer mucho por ayudarla; mientras que sin su mano, no podría desplazarme. Por eso digo que aunque las dos tengamos nuestras “respectivas condiciones” y nos miren como a las amigas de la “Doble Desgracia”, es doblemente correcto que yo indique que “la paciente es ella”. No porque su condición sea peor que la mía. ¡Es por la paciencia que tiene conmigo!
(Foto por Cass, "Atardecer de cara a Isla Verde")
2 comentarios:
qué lindo! me encantó!
Ella, que ya está en remisión -gracias al Cielo- es "la paciente"... conmigo.
Ojalá todas tuviéramos una "Ángela" sin alitas visibles, como ella.
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