De los 11 años que llevo a Intruso en la cabeza, nunca antes había necesitado tanto el carnet que me permite estacionar en los espacios reservados para las personas con impedimentos físicos.
Nunca antes... ¡como ahora!
De hecho, desde hace exactamente dos años y dos meses el carnet se ha hecho más que necesario. Intruso -el Meningioma del Falx que me habita desautorizado y sigue bien agarrado a mi cerebro- ya no me deja caminar, ni siquiera salir del auto por mi cuenta.
Puedo salir de casa (ayudándome de una baranda), llegar hasta el auto, entrar, conducir y arribar a cualesquiera destino. Allí, invariablemente, aunque me estacione en un “azul”, necesito una “mano amiga” para subir una miserable acera. Para entrar a una farmacia, o hacer la compra, la mano amiga me puede llevar el cochecito de compras hasta la puerta de mi auto, y de ahí, sigo feliz, asiéndome del carrito de metal.
Los inclinados que proveen ciertos establecimientos, no siempre son los más adecuados y me resultan altamente peligrosos.
En mi trabajo, por ejemplo, me puedo bajar del vehículo –estacionándome en el azul- camino lentito como un pájaro herido, arrastrando la “República Independiente Izquierdista", (mi preciada y vaga pierna izquierda). Pero una vez llego a la callecita que cruza del estacionamiento a la entrada del edificio… ¡Auxilio! Necesito otra “mano amiga”.
Para almorzar o cenar fuera, ir a fiestas, visitar familiares, ir al cine, pachanguear, o ir a un centro comercial… no necesito “mano amiga”, porque siempre tengo la mano de mi Ángel de la Guarda, o de mi esposo, o de mis hijos.
Entonces, hablemos claro: sola, solita, conducir a cualquier destino, realizar todas las funciones que requiere el trabajo que he tenido desde antes de que Intruso me coartara libertades de movimiento.
Entonces, hablemos requeteclaro: los llamados “Estacionamientos para Impedidos”, ¿realmente son para “impedidos”?
¿No serán para “personas con impedimentos físicos”?
Señores: sepan que cualquier persona -en cualquier momento- puede sufrir un accidente que le limite las libertades de movimiento, y/o, la capacidad de ambular. Sepan que todas las condiciones de salud y las enfermedades son democráticas.
Entonces, hablemos más que mucho... requeteclaro y con la mayor claridad de todas las claridadades: insisto en conVivir con Intruso. Puedo hacer muchas cosas. Soy una persona con un impedimento físico que no me permite “caminar bonito” y que me ha cortado alas. Un impedimento físico no nos impide ser productivos.
Impedidos son los que no lo entienden. ¡Nos vemos en el parking azul!
2 comentarios:
Hola amiga, aquí quiero hacer una reflexión que me ronda en la cabeza ahora que tengo un impedimento físico para deambular (desde hace un año, y tengo 49, así que puedo decir que he pasado mi vida del lado de los “normales”).
He notado que los impedimentos emocionales que tienen los aparentemente “normales” se me hacen mucho más notorios ahora que tengo un impedimento deambulatorio, sobre todo cuando me llevan por delante, me patean el bastón, me bloquean el paso, eso descontando que las rampas para “discapacitados” están por lo general rotas, o bloqueadas por un vehículo mal estacionado.
Todo esto me ha llevado a preguntarme quiénes son los que están realmente “discapacitados”.
A favor tengo que decir que en cambio he descubierto con agrado cantidad de gente siempre dispuesta a dar una mano, y realmente, me siento feliz de atraer con mi frágil apariencia a toda esta gente de gran corazón y completamente falta de segundas intenciones.
Querida Emma, ¡a través de este espacio somos amigas ya!
No creo que sea distinto lo que ves en las calles de tu país, a lo que vemos en los demás.
En mi caso en particular, he procurado que mi Ángel Guardián personal me lleve a distintos lugares para experimentar si tengo, adquirí, o perdí la capacidad para moverme en determinados espacios.
Te explico: ya sé a qué farmacias no puedo ir. Los 2 colmados más cercanos, y donde siempre fui a comprar los encarguitos de última hora, se han convertido en “peligrosos”. Cambié de dentista por eso. Y ahora creo que tendré que cambiar de ginecóloga por lo mismo.
Sobre la necesaria “mano amiga”, mantente alerta. ¡Siempre aparece!
En relación a lo que dices de tu frágil apariencia... ya quisieran muchos tu fortaleza, que es lo que te mantiene “en pie de lucha”.
Lo importante aquí es procurar no ambular sola en espacios peligrosos, o donde haya mucha gente o niños corriendo. Yo detesto la silla de ruedas porque una vez te sientas, mucha gente no se vuelve a parar. Pero te confieso que estoy considerando seriamente una que me ayude a dar paseos largos.
Ya te contaré.
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