Cuando un neurocirujano te abre la cabeza, te dice que te “viola” el cerebro. Así las cosas, y hablando en su idioma, hoy recuerdo un detalle sobre el MD (¿Medio Dios?) que me violó dos veces mi bello, bien cuidado y drug free brain. Hace 11 años, él –el médico, no el cerebro- usaba una bata obstinada en ser blanca. En la solapa del lado del corazón, lucía un brochecito tri-li-lí que aspiraba a parecer un tumi.
Culto, brillante, pero como todos los de la misma estirpe de eme dés que no ven con buenos ojos que el paciente sepa lo que no se supone... respingó al saber que yo reconocía en la copia made in Taiwan que llevaba al pecho, la hermosa pieza de la cultura Chimú de Perú; el grupo precolombino que con más destrezas trabajó el oro. Fueron los Chimú los creadores del tumi: una figura antropomorfa sobre una base rectangular de la que sale un cuchillo en forma de media luna, elaborada en láminas unidas por soldadura. Los tumi eran utilizados como cuchillos ceremoniales.
En el 2004 -cuando estaba en proceso la segunda violación de mi cerebro- busqué la figura en su solapa, pero no hizo el trayecto a la nueva y relucientemente blanca bata de médico.
Los Incas utilizaron el Tumi para fines ceremoniales y como instrumento quirúrgico para abrir cabezas; o lo que es lo mismo, era usado “para trepanación craneana”.
Los Paracas también se especializaron en el arte de usar el tumi en cabezas ajenas. En cualquier texto suena interesante, pero no tan emocionante es imaginarse cómo le metían la cuchilla curva en el cráneo al pobre, o la pobre indiecita para sacarle “los espíritus”, como le decían a los tumores cerebrales.
A juzgar por esa teoría, yo he tenido tres espíritus de dimensiones descomunales.
¿Qué hubiera pasado conmigo en aquella época? ¿Me hubieran puesto a mascar coca para embobarme? No había anestesia... esa hubiera sido la única alternativa. ¿Y si me “descocaba”?
Hoy no tienen sentido esas preocupaciones. Los dioses de aquella época y de aquella civilización no me hubieran podido dar la mano como el Grande, Fuerte, Poderoso y Misericordioso que tengo yo hoy. Es el que guía las manos de los que acá abajo -algunos de los cuales se creen medio dioses- pero aún así hacen su trabajo y me permiten seguir Conviviendo con Intruso.
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