Eso, hasta que Intruso –el tumor cerebral que me habita desautorizado- me atacó violentamente con convulsiones que iban in crescendo de forma aterradora.
El caos comenzó cuando supe que tenía un pequeño monstruo en el cerebro. Pedí una “visa urgente” a la sala de neurocirugía, a sabiendas de que había un “peor escenario”: la muerte. Me dijeron de otros escenarios “no tan malos”. Eran pérdida de la capacidad cognoscitiva, pérdida de la capacidad afectiva, pérdida de la capacidad motora, paraplejia, hemiplejia... y toda una serie de variantes.
El resultado de aquella primera craneotomía fue la muerte de mis extremidades izquierdas; evento que resultó en mucho más que una reducción en la velocidad de mi vida. Intruso me detuvo en seco y me hizo totalmente dependiente. No me podía vestir, bañar, asear. ¡Perdí el decoro! Ese fue mi primer gran frenazo. Velocidad en cero, y totalmente dependiente, ya no podía hacer mi trabajo, cuidar a mis hijos, atender la casa. No podía ni intentarlo.
Me enviaron a una clínica de rehabilitación donde logré aprender a dar pasos con ayuda. Me dieron el alta sin esperanza, regresé a mi país, pero todavía no podía retornar a la oficina. Bendición Divina: podía trabajar desde mi despacho privado, ¡en casa! Ocho largos meses después de esa primera intervención logré regresar al hábitat laboral, pero ya nunca fue lo mismo. Mis piernas no me permitían ejecutar las mismas asignaciones.
Sin que me lo dijeran, me pusieron “a prueba” a ver qué tanto podía hacer. Sabía cómo me miraban con el rabo del ojo. La productividad, en una empresa es prioritaria, máxime si la empleadita consume una buena tajada del plan médico. Sin embargo, en términos laborales, las pruebas más difíciles me las impuse yo.
No aprendí la lección. No quería reconocer que era necesario bajar la velocidad.
El segundo viaje a sala de neurocirugías –en el 2004- fue otra visita al puro infierno, pero con resultados buenísimos: pude caminar. Mi velocidad nunca volvió a ser la original, pero mejoró muchísimo. No dependía del bastón ni de la mano amiga.
Cuando Intruso –reincidente inescrupuloso- volvió a manifestar su lucha por ganarme, optamos por una radiocirugía. Los resultados fueron peores que con la primera craneotomía. Aquella vez aprendí a caerme y podía levantarme; esta vez no podía controlar las caídas y llegué a cortarme la cara tras una aparatosa caída de frente. Lo más dramático y vergonzoso: un vecino me rescatóinconsciente en la acera, frente a mi casa. Lo más doloroso: yo, que siempre había dicho con orgullo que lo mejor de caerse era poder levantarse... ya no podía hacerlo.
De eso hace dos años y cuatro meses.
¿Que si perdí la velocidad? Toda. Ahora apenas camino. Tengo la bendición de contar con la mejor terapia del mundo: puedo trabajar. De vez en cuando me doy contra las paredes de mi casa y las de la realidad que nadie me quiere decir mirándome a los ojos: todo apunta a que por más terapias que haga, nunca podré ambular como antes. No puedo decir que disfruto las puestas de sol más que antes, ni que descanso más. Tampoco tomo ventajas de la falta de “velocidad ambulatoria” para no hacer el trabajo. “La mano amiga de conocidos y desconocidos” ha tomado una importancia vital. Antes, jamás la hubiera considerado.
Si bien es cierto que he descubierto la bondad genuina de muchas personas, me he tenido que armar de cinismo para reírme y hacer reír a los que me miran con pucheros, como si ya estuvieran en mi velatorio.A los que le sucede lo mismo les advierto que la gente no lo hace por mal. Es que no saben lo que cuesta conVivir con Intruso. Así las cosas, les presto esta idea: cuando te miren con cara de circunstancias y te pregunten que cómo se siente depender de otros hasta para salir a comprar ropa interior, tienes la alternativa de hacer lo mismo que yo, que sin ton ni son, contesto que para sentirme independiente... ¡no uso!
5 comentarios:
amiga, la pérdida de la independencia ha sido sin duda lo peor de todo este proceso y todavía me pregunto para qué la vida ha detenido mi suprema independencia en este punto. no tengo respuesta (aún).
beso
Queridísima, yo estoy intentando descubrirlo también. Para mí, depender de otros es mi mayor dolor. Todos los días intento dar un paso más, pero todavía no logro adelantar sin caerme en un ambiente que no sea el cocoon “protegido” de mi casa. Pero seguimos. No nos rendimos... ¿aún?
No rendirse es la consigna!!! Tener a Dios por delante para llevarte lo que entorpezca y visualizar nuestros suenos para que algun dia se logren. Nuestros cuerpos son temporeros, son prestados, nuestras almas son nuestras y evolucionan y crecen a medida que nos desarrollemos en las circunstancias que nos traiga la vida.
He pasado momentos, unos cuantos, tristes y d'ificiles pero igual puedo contar y sobrepasan las bendiciones.
Te amo desde el primer momento en que le'i tu columna, esa ha sido una gran bendicion y un buen regalo de la vida y sabes qu'e? que voy a continuar muchas veces en no usar ropa interior para sentir la libertad que a veces nuestro fisico encierra!
Un abrazo,
Mer
No rendirse es la consigna!!! Tener a Dios por delante para llevarte lo que entorpezca y visualizar nuestros suenos para que algun dia se logren. Nuestros cuerpos son temporeros, son prestados, nuestras almas son nuestras y evolucionan y crecen a medida que nos desarrollemos en las circunstancias que nos traiga la vida.
He pasado momentos, unos cuantos, tristes y d'ificiles pero igual puedo contar y sobrepasan las bendiciones.
Te amo desde el primer momento en que le'i tu columna, esa ha sido una gran bendicion y un buen regalo de la vida y sabes qu'e? que voy a continuar muchas veces en no usar ropa interior para sentir la libertad que a veces nuestro fisico encierra!
Un abrazo,
Mer
¡Gracias!
Yo también te estoy amando a tí; ¡a ustedes! Ese café del lunes pasado fue más importante de lo te imaginas. Me inyectó mucha esperanza... y mucho amor.
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