Seguro que la cabeza de David se parece a la mía. Por eso los dos usamos pañoletas, bandanas, bandas y toda suerte de trapos que oculten los hoyos y “carreteras” que evidencian nuestras visitas a los quirófanos. De todas las “carreteras”, mi favorita es una que corre como una diadema. Me contaron más de 30 puntos de sutura. Lo especial de esa cicatriz, es que con la cabeza desnuda, y la piel amarrada con costuras, era la viva imagen de la trenza de Frida Khalo.
Definitivamente que no es lo mismo andar por la vida con una cabecita linda y calva como resultado de la quimio, como es el caso de tantas personas que amo, admiro y respeto, que con las huellas similares a las que llevamos otros. Truly scary!
No todo el mundo lo ve de la misma forma y nos tildan de cobardes. Espero que ese comentario no le llegue a mis colegas, que solidarias con mi cabeza, llegaron un viernes con pañoletas, bandanas, bandas y trapos.
Sin ánimo de justificar, les recuerdo que nosotros –los sobrevivientes de tumores cerebrales- nos cubrimos la cabeza para que nuestras horrendas cicatrices no causen terror ni repulsión mientras ConVivimos con nuestros respectivos Intrusos.
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