Aunque parezca cruel, no haber visto nunca un atardecer tiene que ser muy distinto a perder la vista. No haber podido escuchar jamás el sonido de las olas, debe ser totalmente diferente a perder la audición. Respirar el aire de mar es un privilegio que tomamos por sentado los isleños que además, nunca hemos vivido en respiradores artificiales.
Yo puedo decir que haber podido caminar por la arena tibia es muy diferente a la dolorosa sensación de no poder volverlo a hacer.
Por eso, Gloria al privilegio de disfrutar los colores de los atardeceres de una hermosa costa del oeste isleño en el Caribe; Gloria al privilegio de escuchar el sonido de las olas, las groserías de gaviotas, pelícanos y los gritos de hijos ajenos; y Gloria al privilegio de respirar aire de mar.
Gloria por haber tenido el privilegio de haber caminado por las arenas de tantos mares. Y hoy, Gloria por el privilegio de poder ver a otros hacerlo, y de poder escribirlo con la franqueza que me caracteriza. Sin ánimo de provocar lástima ni piedad. Desde un balconcito, de cara a un mar tan sereno que invita a la misma sensación. Recordando lo que siempre digo, y parecería que hoy olvidé: que prefiero hacer el inventario de las cosas que puedo hacer, a las que no. Como que tengo la bendición de caminar exitosamente por la pasarela de la vida, aunque sea, ConViviendo con Intruso, el tumor cerebral que me habita sin invitación.
(Foto x Cass)
Aunque parezca cruel, no haber visto nunca un atardecer tiene que ser muy distinto a perder la vista. No haber podido escuchar jamás el sonido de las olas, debe ser totalmente diferente a perder la audición. Respirar el aire de mar es un privilegio que tomamos por sentado los isleños que además, nunca hemos vivido en respiradores artificiales.
Yo puedo decir que haber podido caminar por la arena tibia es muy diferente a la dolorosa sensación de no poder volverlo a hacer.
Por eso, Gloria al privilegio de disfrutar los colores de los atardeceres de una hermosa costa del oeste isleño en el Caribe; Gloria al privilegio de escuchar el sonido de las olas, las groserías de gaviotas, pelícanos y los gritos de hijos ajenos; y Gloria al privilegio de respirar aire de mar.
Gloria por haber tenido el privilegio de haber caminado por las arenas de tantos mares. Y hoy, Gloria por el privilegio de poder ver a otros hacerlo, y de poder escribirlo con la franqueza que me caracteriza. Sin ánimo de provocar lástima ni piedad. Desde un balconcito, de cara a un mar tan sereno que invita a la misma sensación. Recordando lo que siempre digo, y parecería que hoy olvidé: que prefiero hacer el inventario de las cosas que puedo hacer, a las que no. Como que tengo la bendición de caminar exitosamente por la pasarela de la vida, aunque sea, ConViviendo con Intruso, el tumor cerebral que me habita sin invitación.
(Foto x Cass)
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