
1. aquellas que ambulan en silla de ruedas
2. las que lograron la hazaña de dejarla
3. las no se imaginan que un día pudieran estar
4. las que nunca tendrán ese privilegio
Yo fui del grupo 3. Pasé al 1; y por ahora, estoy en el 2.
Y les digo, que es un verdadero privilegio ver el mundo desde una silla de ruedas. Todo se ve diferente desde ese ángulo y con la discapacidad -o no capacidad- de caminar.
Te sensibilizas (sientes como nunca los hoyos de las aceras o calles). Aprecias más la vida (especialmente si pasas por un área inclinada que termina en escaleras y los frenos te están fallando). Descubres que no existes (las personas no te miran ni te hablan porque creen que no caminar es equivalente a estar idiotizado). Aprendes arquitectura (desarrollas expertise en “barreras arquitectónicas”). Aprendes Derecho (necesitas conocer la Ley ADA de la A a la Zeta). Desarrollas confianza en la humanidad (cada vez que alguien te dice ‘¿te empujo?’, y una no sabe si checaron tu GPS). Vives con ilusiones (sueñas con pasear por la playa y mojarte los pies en el agua salada a sabiendas de que la silla se entierra en la arena).
También desarrollas fe en ti mismo para levantarte cada día con ánimo de continuar Viviendo.
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