Las competencias son una gran forma de aspirar a la superación. Y la superación – en positivo- es una cosa distinta a la superación, en negativo. Si parece un trabalenguas, empiezo de nuevo, pero con la segunda. Aquí voy. Escenario: sala de espera de oficina médica. Personajes: los pacientes que impacientemente esperan desesperados. ¿Otro trabalenguas?
En lo que secretaria y enfermera barajean récords, los sortean, y pasan democráticamente tanto a impacientes genuinamente enfermos como a hipocondríacos, ¿qué hacen los que no quieren escuchar a “¿Quién tiene la Razón?” ¡Competir!
Compiten a quién lleva más tiempo esperando, a quién viene de más lejos (ciudades donde definitivamente no hay un médico, ¡hay mil!) Compiten a quién le duele más y a quién tiene la “condición” del nombre más complicado y mayor morbilidad. Cuando van a la delantera, detallan síntomas, características y orígenes como si estuvieran recién salidos de una escuela de medicina. Eso, sin dejar engavetados los conocimientos de farmacopea adquiridos en Wikipedia. Si tuvieran que describir una cirugía, lo hacen también porque ya la vieron en You Tube y la marcaron el file reservado para cada enfermedad en la lista de favorites para volverla a ver. ¡Y lo hacen con un placer que raya en la lujuria! Compiten a quién toma más basura química y le provoca la mayor cantidad de efectos secundarios. Pero también a quién es mas ducho en remedios caseros.
¡Es horrible! Las peores oficinas son las de los neurocirujanos. Allí muero porque la competencia es a quien tiene más cirugías, y tumores cerebrales reincidentes; los patrones más escalofriantes y la mayor cantidad de hoyos en el cráneo. En mi caso se matan para hacerme “cantar” sobre lo que creen que son mis desgracias médicas. Yo, ni canto, ni creo que llevo desgracias en la cabeza... por lo tanto no exhibo las evidencias. Que Intruso sea un desgraciado es otra cosa...
Por eso, entre otras razones, todas las oficinas médicas deberían ofrecer un servicio gratuito de iPods Shuffle. No debe costar demasiado tener una treintena de ellas, clasificadas según los gustos musicales para asegurar que los pacientes escuchen musiquita y cierren el piquito. Las blancas para música de Jaci Velásquez y Samuel el de “Levanta las Manos”; las negras para “hard rock” (no se burlen que ya esa generación está bien enferma); las rojas, para canciones de despecho, cortavenas; las verdes, para música soft, como la de los supermercados, donde te emboban para que compres; las fucha, sexy matadoras; y las lilitas, healing music y mantras de yoga.
¡Rayos! (Y no Rayos X...)
Creo que debí patentizar esta idea... pero nada, mi “premio” será no escuchar las competencias ajenas... aunque tenga que subir el volumen para no oir a los desafinados que quieran acompañar a Ricardo Montaner. Entonces, como resultado, me quedo sorda y tendría que ir a la oficina del ENT, u otorino... otorinolariongólogo. Creo que acabo de ganar el Spelling Bee. Ehhhh... ¿Quién dijo "competencia"?
lunes, 6 de julio de 2009
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Sobre las fotos e ilustraciones aquí presentes...*
* Si alguien se ofende con la publicación de alguna foto tomada prestada de la Gueb, que lo diga y la borro inmediatamente. Si le ofende mucho, mucho le pido excusas públicamente por el malrato.
Si alguien toma alguna de las mías, que no sea tontito y lo diga, que difícil que es esta pendejada de tomar fotos sin poder mover el culo de una silla.
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3 comentarios:
Esta idea está brutal!
Tan malo que es tener que escuchar a la gente cuando menos uno quiere.
Esto parece una pieza de Oratoria! Ten cuidado, que nadie te robe la idea!
imarie & Natalia: la verdad que es para salir corriendo de la sala. Pero pierdes el turno... y tienes que regresar... a lo mismo.
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